martes, marzo 06, 2012

Paseos de miedo y lastima


Cada vez me cuesta más salir a dar un paseo por la calle. Y no por pereza, me encanta pasear, deambular sin rumbo, mientras sin rumbo deambulan mis pensamientos. Me parece un placer muy agradable. Sin embargo, cada vez me cuesta más salir a pasear. Voy a contar porqué:

Hoy como muchos días he salido a dar un paseo. Iba tranquilo, con la mente despejada y observando a mi alrededor. Almendros y ciruelos abriendo sus flores, coches pitando, pajarillos bebiendo en fuentes apagadas para ahorrar energía. Y por qué no, algún excremento canino que ha de ser sorteado. Lo normal.
El caso es que he pasado por un parque, y alli estaba él. Un señor mayor, de unos setenta años, enjuto, pelo blanco, gafas de sol de cristal marrón, ropa limpia y aseado. Estaba de pie, ligeramente inclinado hacia delante, encima de una papelera. Sus manos rebuscaban con dedos ansiosos, en los arrugados paquetes de tabaco, el último cigarrillo que alguien pudo tirar sin querer. Me ha dado lastima, me ha dado lastima que alguien a tan avanzada edad se vea obligado a rebuscar en la basura uno de los pocos placeres que le quedan en la vida. Me ha dado lastima que un anciano busque un cigarro en la basura. No solo por lo atado que debía de estar a su vicio, como para perder parte de su dignidad rebuscándolo entre desperdicios. Me ha dado pena que un señor de setenta y pico años, un hombre que nació en la posguerra, que seguramente conoció el hambre y la privación en inviernos de mucho frío y poco carbón, un hombre que probablemente comenzase a trabajar con ocho o nueve años segando o de aprendiz en algún taller, después de trabajar durante casi sesenta años no tenga dinero para un mísero cigarro que alivie sus penas.

Pero esta historia en sí no es triste. Lo triste es que los últimos meses no es el primero que veo. Y este era el que mejor estaba. Son ya varias personas las que he visto rebuscando a plena luz del día en los cubos de la basura. Buscando tesoros macilentos, una mandarina mohosa, un trozo de pan correoso. Y no solo viejos de míseras pensiones, victimas de patrones que quisieron cotizar lo mínimo y de un Estado de grandes calculos y poco amor por sus ciudadanos. También gente de treinta o treinta y cinco años. Gente en la plenitud de sus fuerzas y facultades, probablemente padres de familia en paro, agobiados por hipotecas. Gente joven que no solo ha perdido el trabajo también en muchas ocasiones el futuro.

Pero no solo me da pena salir a pasear. También me da miedo. Me da miedo porque no hago nada más que cruzarme con gente de mi edad, gente joven, que como yo quema el tiempo diario paseando en lugar de trabajando. Y me da miedo por la gente que busca en la basura. No me da miedo porque me vayan a robar, no son delincuentes, son gente como yo, del barrio. Gente humilde y honrada, mucho más honrada que alguno que están ahora en su despacho con camisa de seda y las llaves del BMW en el bolsillo. Gente que ha perdido su trabajo, muchos de ellos chavales a los que cegaron los espejismos de un trabajo seguro cuando a los dieciséis años dejaron los estudios para ir a la obra. Otros, profesionales cualificados, con sus módulos Formación Profesional o sus carreras. Por ello no me da miedo que me roben, al robo no impulsa la pobreza. Al robo impulsa la avaricia y al falta de escrúpulos. Pocos son los se ven forzados a robar por necesidad a otra persona, antes pedirán, irán a la iglesia o alguna Ong. Y de tener que robar será una trozo pan en algún supermercado. Lo que me da miedo es que esa gente que rebusca en la basura son gente como yo. Gente en la que me puedo convertir mañana mismo.
Hemos vivido mucho tiempo ignorando la pobreza, designándola eufemísticamente como "cuarto mundo". Pobres borrachos o enfermos mentales que dormían en un cajero automático. Seres despreciables que huelen mal.
Pero esa imagen de la pobreza nunca fue cierta y hoy menos que nunca. Estos pobres en mucho casos no beben, buscan trabajo, pero ¿como encontrarlo sin casa y sin ropa limpia? Algunos han acabado así tras alguna depresión, otros son padres divorciados que no pueden costearse vivir solos, y cerca del 10% tiene estudios universitarios.

Pero no es solo esa pobreza. Según el informe Exclusión y desarrollo social 2012 de Foessa el 22% de los hogares españoles están por debajo del umbral de la pobreza. La quinta parte de la población española. Es fácil que esa brecha aumente. Quizá ese 22% todavía no busque en la basura, quizá todavía no vivan en la calle, aunque muchos han perdido sus hogares y han sido recogidos por familiares. En otros casos comparten piso varias familias. Sencillamente es gente en paro. Gente honrada y trabajadora que han perdido su trabajo. Pero no pensemos en gente que opto por el camino fácil de no estudiar y ganar dinero trabajando en cualquier cosa.  Hace poco un responsable de Caritas en Murcia declaraba, no solo el aumento de persona atendidas, (millón  y medio en 2010) sino también el cambio en el perfil; pequeños empresarios que han quebrado, autónomos sin trabajo y parejas con estudios superiores en paro que no pueden pagar la hipoteca.

Es por eso por lo que me da miedo salir a pasear entre gente que rebusca en la basura, por sé que quizá mañana yo, o alguien que me importe, puede acabar igual.

No hay comentarios:

Publicar un comentario