Mi pueblo es el mejor, y quien diga lo contrario se puede
llevar un par de ostias. Esta frase cargada de amor y odio podría resumir la
filosofía de cualquier español medio. Y es que en este país el amor a la patria
chica supera los limites de lo imaginable. Si a los españoles nos hace mucha
gracias el exacerbado patriotismo americano, que se empeña en llenar sus
películas de banderas, el caso español es similar pero con cada pueblo, región
o comunidad autónoma. Si mañana pidiesen voluntarios para defender el país de
una invasión supongo que se ofrecería un porcentaje de la población respetable,
pero incluso el más pacifista echaría al invasor de su pueblo aunque sea a
pedradas.
Y el caso es que la cosa tiene
miga, todo el mundo tiende a pensar que su pueblo es único, que sus tradiciones
son únicas y que forman algo así como un ente cultural digno de ser patrimonio
de la UNESCO. No hay pueblecillo que no se sienta orgulloso de una tradición
única que en realidad se reproduce de forma similar en multitud de distantes
rincones de nuestra geografía. Y si no hay, pues se inventa, si en todos los
pueblos de alrededor comen migas, cada uno se afanara en decir que las suyas
son diferentes e irrepetibles por que le añaden un ingrediente, están un tiempo
diferente al fuego o algun argumento peregrino. Y la verdad es que el caso de
la gastronomía es particular. No habrá pueblo español o región geográfica que
no asegure tener los mejores tomates. Creamos denominaciones de origen para
cualquier cosa. E incluso nos apropiamos de platos como si solo fuesen
exclusivos de una zona. Servidor a lo largo de su no demasiado larga vida ha
oído afirmaciones asombrosas. He oído a un extremeño sorprenderse de que se
hiciesen migas fuera de Extremadura, a un manchego anonadarse de que en
Guadalajara comiesen gachas e incluso a una valenciana preguntarle a un
madrileño si en Madrid conocíamos los churros.
Lo cierto es que los españoles
tenemos una necesidad desconcertante por destacar, por creernos únicos, no
respecto al resto del mundo sino respecto al vecino. Caso curioso es el de las
comunidades autónomas. En este país nuestro siempre ha habido regiones que se
han sentido diferentes unas de otras, hasta ahí de acuerdo, pero no deja
sorprenderme el enorme sentimiento de pertenencia a determinadas comunidades
autónomas que hasta hace apenas treinta años no existían. Fruto sin duda de un
buen trabajo de publicidad por parte de nuestros políticos. Han creado una
idea, una imagen de comunidad autónoma que no solo ha servido para que sus ciudadanos
desarrollen sentimiento de pertenencia sino de paso “vender” su CCAA a turistas
del resto del país. Permítanme comentar algunos ejemplos sin deseo de ofender a
nadie. Un ejemplo que ha funcionado bien es La Rioja, hasta hace una generación provincia de Logroño y parte de Castilla La
Vieja. Se ha creado una especie de aura de la tierra del vino, de una manera
especial de entender la vida. Y a funcionado tanto para los de dentro como para
los de fuera. Nada en cambio más lejos de la realidad que pretender diferencias
importantes con otras zonas de producción de vino, es decir casi todo este
país. Igual podría decir de Cantabria, antigua provincia de Santander que se
agarra a un pasado anterior a los romanos buscando algún tipo de prevalecía en
la forma de ser o en la cultura. Caso curioso es el de Castilla La Mancha, (es
decir Castilla La Nueva – Madrid + Albacete) que a intentado crear un especie
de aura quijotesca, como si sus habitantes oscilaren entre bonachones Sanchos y
elevados Quijotes. Resulta sorprendente crear una identidad en torno a un
personaje que nunca jamás existió y no solo eso, si no la idea de que la
identidad de tan vasta CCAA gira en torno a la región de la Mancha, como si
fuese la única región que la integra.
Pero el marketing autonómico e
identitario no es solo cosa de comunidades nuevas. Siempre he admirado lo bien
que los gallegos venden Galicia. Lo cierto es que no tenían necesidad de crear
ninguna identidad. El caso es que han creado una imagen basada en la magia y lo
celta. Celtas hubo en casi toda España y no parece que la historia de Galicia
haya sido un onírico transcurrir de trasgos y Santas Compañas. De hecho
leyendas de seres sobrenaturales se encuentran en cada rincón del mundo. No
solo eso si no que además han sabido vender un aura de profundos sentimientos,
de un alma especial, hasta el punto de creérsela. Servidor recuerda haber oído
a un gallego, profesor de universidad nada menos, afirmar que el gallego con la
palabra “morriña” era la única lengua del mundo que tenia una palabra para
“echar de menos”. En ese momento entendí que del diccionario de la RAE debían
de haber desaparecido “añoranza” o “nostalgia”
Un último ejemplo que pondré será
el de Segovia, ente tan diferente al resto de Castilla y León que considero que
debía de ser una comunidad autónoma en sí, propuesta que no triunfo.
La extensión de este articulo no da para más pero podríamos buscar este
tipo de fenómenos en cualquier pueblo del estado. En definitiva no deja de
sorprender el afán de diferenciación que tenemos los españoles, hasta el punto
de inventarnos diferencias, de pretender que todos descendemos del ultimo rey
godo o que somos el primogénito de Adán. Y hasta aquí hoy, me voy a beber un
vaso de agua a la manera de Villaarriba que cogemos el vaso de forma diferente que
en Villaabajo.
Chico para que tu te enteres don quijote si existió y se llamaba Alonso Quijano, y si, vivo y nacion en lo que ahora es castilla la mancha y Cervantes inspiro su obra maestra en él. Toledo y Cuenca son ciudad patrimonio de la humanidad y nuestro vino es el mejor de España, el campo de calatrava es una de las regiones de vulcanismo más importantes del mundo y calatrava la vieja (Carrión de calatrava) de donde me siento orgulloso de haber nacido vio nacer en su antigua ciudad la orden de calatrava (la primera de las ordenes militares de España), tenemos dos parques nacionales y varios naturales... Castilla-La mancha no necesita inventarse nada por que lo tiene casi todo.
ResponderEliminarAgradezco su comentario, más viniedo de un castellano machego, como yo. No obstante le aclaro que D Quijote no existio, es un personaje de ficción, una novela, como bien recordara de sus clases en el colegio. Desde luego nuestra tierra tiene cosas dignas de admirar, pero la idea de arquetipica de que es ser castellano manchego o madrileño o murciano, es algo inventado como apreciar en cualquier libro de ciencia politica o psicologia social que se acerque al tema de lso nacionalismos y la identidad colectiva. Le agradezco sincerametne que me haya leido y que me haya escrito.
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