Quiero hablar en este artículo de
un asunto que me indigna profundamente desde hace un tiempo. Por ello, si cargo en
demasía las tintas discúlpenme.
Comencemos con un circunloquio.
El mundo en el que vivimos es una superposición de organizaciones. Vivimos inmersos
en empresas, ayuntamientos, sindicatos, asociaciones, iglesias, federaciones,
clubes deportivos etc. Podríamos retratar la vida de un individuo bastante bien
solo sabiendo en que organizaciones de se ve implicado. Las organizaciones a su
vez no paran de interrelacionarse entre ellas. Son una autentica sociedad y no
solo eso, en ocasiones compiten por diversos intereses, como bien afirmará un
partidario del enfoque pluralista dentro de la ciencia política. Y sin duda
alguna la organización por excelencia es la empresa. Al fin y al cabo estamos
en un sistema-mundo capitalista. Y el capitalismo se caracteriza por la
propiedad privada de los medios de producción y la iniciativa privada. Es decir
fomenta que nazcan por doquier empresas. Así las hay pequeñas, poco menos que
un taller, hasta grandísimas multinacionales cuyo valor supera al PIB de muchos
estados. (por ejemplo los beneficios netos de Exxon Mobil fueron en 2011 de
486.429 millones de dólares, Portugal y Grecia deberían de sumar sus PIB para
alcanzar esa cifra)
Y esa preeminencia de las
empresas en el mundo organizacional hace que sean imitadas por el resto de
organizaciones. Porque una organización es básicamente un conjunto de personas
y de bienes ordenados para lograr un fin. Sea el beneficio en la empresa, el
bienestar espiritual en una iglesia, los derecho de los trabajadores en un
sindicato, la seguridad ciudadana para el estado o lo que se le ocurra al
lector que puede realizar una organización.
Como digo toda organización lo
que hace es organizar recursos, preminentemente económicos. Así pues suelen
tener algún tipo de inmueble, dinero propio, financiación, mercancías, energía
y combustible etc. Y obviamente todos esos recursos han de ser administrados por
personas y para ello se crea un departamento; el de Recursos Humanos. Recursos
Humanos, no se me ocurre mayor contradicción in terminis, mayor iniquidad, esa
expresión es el sumun de la ignominia y la vergüenza humana. Reducir al ser
humano a un mero recurso. No es nuevo desde luego en la historia de la
humanidad. Griegos o Romanos, distinguían entre cuidado y extranjero,
susceptible de ser esclavo. Lo europeos distinguimos entre blancos y por tanto
hombre y negros y por tanto esclavos. La edad media huyó de la esclavitud, para
disfrazarla bajo el nombre de siervo. Y en nuestros tiempos modernos los más
atroces totalitarismos, hablando de liberar al hombre y hacer un hombre nuevo,
solo han visto en el ser humano un mero recurso, sometido a mayores bienes de
clase, raza o nación. Y ese liberalismo que pretendía en su momento liberar al
hombre de toda servidumbre, ese renacer humanístico de prístina luz frene a
tinieblas absolutistas ¿en qué quedo? En la mera mercantilización del ser
humano. El hombre volvió a ser esclavo de causas más grandes, el beneficio
empresarial de unos señores y el bien de una economía difusa e impalpable. Y siempre
fue así. Pero al meno quedaba la decencia o al menos la hipocresía pues como
dice la famosa frase atribuida a Wilde “La hipocresía es el homenaje que el
vicio rinde a la virtud” No es que hace veinte años estuviésemos menos
mercantilizados (que puede que sí) pero al menos se disimulaba. Departamento de
personal se llamaba, quizá administrase personas mientras eran vistas como
mercancía, pero al menos se disimulaba, no se llamaba abiertamente “recurso” a
las personas. Quizá no haya cambiado la situación objetiva, pero cuando
descaradamente llamamos recurso a las personas ha habido algo grande a que a
cambiado. El trabajador ve insultada y ninguneada su dignidad. Se le falta al
respeto de forma estructural Ya no es visto como hombre sino como cosa. ¿Y
aquel que tiene la osadía de bautizar al departamento como de Recursos Humanos?
¿Que tipo de ser humano puede ver a sus semejantes como recursos para sus
fines? Quien así obra, cuestionando la humanidad y la dignidad del otro no hace
sino poner en tela de juicio su propia humanidad. Quien llama recurso a otro
ser humano ofende al concepto mismo de humanidad, a su propia esencia. Indigna
y avergüenza al resto de sus congeneres. Ese hombre (para cualquier religión)
peca contra el Hombre y contra el Dios que le ha creado.
El hombre nunca puede ser un recurso sino un fin en si mismo. Esta frase,
no por manida pierde su fuerza. El ser humano, cada uno de nosotros, no ha
nacido para cumplir los deseos y fines de otros hombres, sino para cumplir los
nuestros propios; nosotros somos el fin, aquello que ha de crecer,
desarrollarse y disfrutar de una vida, que por corta no ha de ser menos digna o
feliz. Por ello señores empresarios, lustrosos ejecutivos que tanto se pavonean
de trabajar catorce horas para un desconocido multimillonario, tengan la
decencia de acabar con tan deleznable expresión y vuelva a departamento de
personal o otras denominaciones más humanas como por ejemplo, coordinación de
personas, departamento de desarrollo profesional o lo que les ocurra siempre
que no insulte al propio ser humano y por tanto a ustedes mismos.