Es curioso como cambian las
formas de comunicarse a medida que pasa el tiempo. Tranquilos queridos lectores, no voy a soltar
una parrafada sobre la comunicación en tiempo de los vikingos. (Tampoco tengo
al sensación de que fuesen hombres muy comunicativos) La cosa va a ser más de “andar
por casa”
Vamos a hablar de medios de comunicarse, y algunos de ellos son muy originales, siempre fui admirador del silbo
canario. Pero no es sistema que domine, al fin y al cabo soy “godo”.
Pero entremos en materia. Hace unos años cuando querías hablar con
un amigo tuyo, que generalmente vivía no muy lejos de ti, la forma preferida
era a voces. Te acercabas a su casa, te situabas debajo de su ventana y soltabas un buen berrido con
su nombre. En los pueblo la cosa continuo mucho más tiempo, en la ciudad la
progresiva introducción del portero automático hizo cambiar este habito.
Pasamos a medio quemar el dispositivo apretando el botón, lo que provocaba que
una madre malhumorada respondiese con un poco cariñoso ¿quién es? (era una mejora, la tecnica del berrido podia desembocar en un cubo de agua cayendo sobre tu cabeza) Si bien la amable madre sabía
la respuesta de antemano. “¿Está fulanito? ¿Puede bajar a jugar?" El método más o
menos resiste, si bien entre señoras algo más mayores... siempre hay alguna
noticia de urgencia que comunicar a la vecina. (la noticia suele versar sobre
otra vecina y no siempre se atiene mucho a la realidad de los hechos... ya me
entienden).
Pero llegó Internet, esa cosa
rara que iba “tan rápida” y se puso de moda una cosa llamada messenger. Era la
solución perfecta para la adolescencia, esa etapa en la que tu oreja tiene una
extraña afición por pegarse a un teléfono. Y como antes sólo había un teléfono
en la casa, el cual era fijo y habitualmente situado en el salón, te oía toda la familia, no había mucha
intimidad, a parte de que las llamadas, aunque fuesen locales, no eran
precisamente baratas. El caso es que el messenger triunfó. Y aquí comenzó el chantaje tecnológico a mi generación,
ya no sólo necesitabas buenos pulmones para hablar con alguien, ahora
necesitabas un ordenador con modem. Que a lo mejor no usabas Internet para
mucho más pero o lo tenias o estabas fuera....
Pero la cosa evolucionó, no es que te deshicieses del
ordenador ni del messenger, pero le salió un rival admirable. El móvil. Esa
extraña cosa, antes gigante, que unicamente utilizan los ejecutivos, era
imprescindible para cualquier chaval. Sobre todo gracias al sms. Forma barata y
rápida de mandar información sucinta pero valiosa. Así que estaba claro, si querías
estar integrado socialmente, tener amigos o conseguir una “amiga” necesitabas
messenger, móvil para hablar con intimidad y mandar sms.
Y la cosa avanzó, Internet tenía
que plantarle cara al desafío del móvil. Y empezaron a surgir esa cosa llamada
redes sociales. Ahora podías tener a todos tus amigos, amigotes, conocidos y
gente que no sabes muy bien quien es en un solo grupo. Puedes comunicarte con
ellos, dejarles mensajes públicos y ver fotos, o penosas, o que no te interesan
mucho. Tal ha sido la repercusión que si alguien te borra de su facebook es el
mayor ostracismo social al que puede someterte. Es más, si quieres saber como va
la cosa con tu novia vigila como define vuestra relación en facebook, si pone
“es complicado”, preocúpate.
Pero alguien se le ocurrió la
idea maravillosa, la creación de la sinergia. Unir intenet y el móvil. Ahora
mismo tienes dos opciones para comunicarte en la vida o por facebook en el
móvil o por Wasap. Y si no, no existes.
Si vale, ya sé que me van a hacer
objeciones, el mundo cambia, antes tu amigo vivía en el portal de al lado y
ahora puedes tener un colega en Buenos Aires, otro en Kinshasa y tú vivir en el
pueblo. Que la tecnología nos ofrece soluciones a la necesidad de comunicarse etc.
Es verdad, no lo niego. Pero no
sólo la tecnología satisface una necesidad, también la crea, hay gente que si no
actualiza cada cinco minutos su twiter se estresa, a pesar de que al resto de
la humanidad no nos interesa la retransmisión en directo de su café en una
terraza con su primo tercero el del pueblo que está de visita en la capital. No
sé si me entienden...
Además es curioso pero nuestra evolución en la forma de comunicación siempre
a tenido parejo el que algún espabilado se haga millonario. En fin, les dejo
por hoy, que tengo que ver mi balcón, a ver si he recibido alguna paloma
mensajera.
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