Probablemente no había más
importante acontecimiento en la antigua Grecia que los Juegos Olímpicos. Situémonos en el tiempo. La península del Peloponeso es una seria de
ciudades dispersas, cada una de ellas se gobierna de forma independiente, unas
son monarquías, otras oligarquías, la de allá una aristocracia y la de más acá,
una democracia. Y estás ciudades, divididas, independientes se hacen la guerra
entre ellas. Pero aun así forman una unidad; la Hélade, lo griego. ¿pero qué conforma
esa unidad?
Son ciudades libres,
independientes, en las que la vida pública es más importante que la privada. No
hay nada por encima del estado, ni nada más importante que ser un buen
ciudadano. Tienen el mismo idioma; el griego y la misma forma de vida, la
agricultura y el comercio. Mientras el resto del mundo vive en la barbarie en
su seno florecen las matemáticas, la política, la medicina y la farmacia, la
arquitectura y la ingeniería y sobre todo la filosofía; el amor al conocimiento,
un afán tremendo, no por conquistar el mundo, sino por comprender el universo.
Y esta unidad estaba por encima de sus rencillas. Ante todo eran griegos, y no
dudarían en unirse contra cualquiera que amenazara su forma de vida. (En
especial los persas).
Y estos griegos unidos por la
cultura aunque separados por la política del día a día, cada cuatro años
celebran un gran acontecimiento; Los Juegos Olímpicos. Tal será su importancia
que acuñarán un periodo de tiempo, la olimpiada, a fin de definir el tiempo que
transcurre entre juego y juego, a la sazón, cuatro años.
Pero ¿por qué eran tan
importantes las olimpiadas? Las olimpiadas representaban la unidad frente a la
dispersión. Eran la unión de todos los griegos por encima de sus diferencias y
de sus disparidades políticas. Tan importante era está unión que a fin de que
los atletas pudieran viajar seguros a la ciudad de Olimpia, sede permanente de
los juegos, se decretaba entre todas las ciudades de Grecia una paz sagrada
suspendiendo toda hostilidad entre ellas. Pero no solo era un acontecimiento
destinado a dar valor y fuerza a lo griego, a la cultura que les unía. Era
también un culto al ser humano. A la capacidad de esfuerzo y de superación.
Pensad en esas formidables estatuas de hombres musculosos, por ejemplo, en el
Discóbolo de Mirón. Son el culto al cuerpo y la belleza, pero a una belleza
nacida del esfuerzo, del duro entrenamiento. Son el monumento a la capacidad
del ser humano de superarse a si mismo, de cómo con esfuerzo y dedicación se
pueden lograr cosas imposibles. Como la leyenda de aquel soldado que corrió
cuarenta kilómetros desde Maratón hasta Atenas para comunicar la victoria sobre
los persas. Y como premio únicamente el honor y la gloria de la victoria.
Hoy en día no se sueña con paces
universales y sagradas para celebrar los Juegos. La gloria y el premio a la
superación quedan olvidadas, nadie es capaz de citar más de cinco o seis
atletas de su país. Y no solo olvidada, sino empañada por controles anti
dopaje. Se olvido el espíritu de superación por el afán de la victoria, no se
compite por superarse a uno mismo sino por ganar al rival. ¿Y donde queda ya el
afán por resaltar lo que nos une? No somos griegos, pero somos humanos, son más
cosas las que nos unen que las que nos separan, pero no se habla de ello. Hoy
los juegos son una competición en la que el propio país debe de superar al
vecino. El deporte es en ciento modo la nueva guerra, la nueva forma de
humillación. No admiramos ya a los deportista por el hecho de serlo, sino por
la victoria, unas olimpiadas acaban siendo un mero ranking de medallas, en el
que lo importante es tener más que el vecino.
¿Y que decir de las capitales
olímpicas? Ya no son la neutral y pacifica Olimpia, ahora se compite por
demostrar al mundo que tu estadio es más grande, te puesta en escena más
brillante y tu antorchas más grande y con más fuego. Que lejos de la sencillez
griega, esa sencillez “espartana” donde el lujo quedaba reservado a los dioses,
a la ciudad- estado y a los héroes y sabios, a todo aquello que era más grande
que el hombre y sus miserias.
Que verdad es que Grecia, que lo griego, está en crisis.